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La ruta 30530. La historia se repite

Cuando finaliza al que he asistido y me encuentro en casa, siempre pienso que será el último y que no volverá a suceder, pero al final, siempre se encuentra algún motivo para hacerlo. El pasado fin de semana, el que les escribe, asistía de nuevo a un festival de música, pero no a un festival de esos que por desgracia colapsan el panorama mediocre de postureo cansino hasta el hartazgo, no de esos en lo que se explota y casi se esclaviza a las personas que trabajan en ellos, se ningunea a la música y se trata  al  público asistente como ganado que se conforma con lo que se les ofrezca, siempre que al menos haya un buen decorado que sirva de fondo para las fotografías que luego subirán a redes sociales. Lo de menos, detalles como que el espectáculo disponga de una producción en cuanto a luz y sonido al menos decente, por poner un ejemplo.

¿Saben una cosa?, todavía queda una muy pequeña pero firme resistencia en el lamentable mundo festivalero de este país. Quedan unos pocos organizadores que siguen montando eventos musicales por pura vocación y partiendo siempre de dos premisas fundamentales. La primera y más importante, el respeto absoluto a la música y a los músicos. La segunda, que sigue muy de cerca a la primera en importancia, tratar al público como personas. Organizan conciertos y festivales porque la música es su pasión y si a eso le sumas que miran al público de tú a tú y no desde un pedestal de superioridad, pues ahí está el resultado.

Es sorprendente ver al “jefe” del evento en la puerta del recinto controlando el acceso, cambiando barriles de cerveza en la barra o interesándose personalmente por cualquier problema que pueda surgir entre el público.

Llevo 30 años viendo a Marcos Rubio, cuya empresa ha organizado y organiza festivales como Lorca Rock, Leyendas del Rock, Rabolagartija, Aupa Lumbreiras, F*ck The Censorship Festival…, pateándose el recinto, mezclándose con la gente, sufriendo y gozando, como le gusta decir a él, en cada proyecto. No sé lo que resistirá, tampoco creo que lea esto, pero querido Marcos, todo mi respeto y admiración.

En este caso, lo de menos es el estilo o los estilos musicales que albergue el festival. De hecho, les confieso que el catalogo de música sobre el que se construye mi actual lista de reproducción se aleja bastante de los conjuntos que componían el cartel del evento, los cuales formaron parte importantísima de la banda sonora de mi juventud, aportándome ese pensamiento crítico y comprometido socialmente que me acompañará toda la vida. Una visión y unas reivindicaciones  que a mis 44 palos veo utópicas en algunos casos e imposibles de lograr en otras, pero en las que sigo creyendo con firmeza, por mí y sobre todo por los que vienen detrás. De hecho, viendo el mundo actual y hacia dónde vamos, va a tocar desempolvar esos discos, ya que sin lugar a dudas, como dicen los enormes Reincidentes, la historia se repite.

Un diverso y variopinto autobús formado por 55 amantes de la música, vecinos de Cieza, Abaran y Blanca, se desplazó el pasado sábado a la localidad alicantina de Villena para disfrutar del directo de 8 bandas practicantes de diversos estilos, todos ellos en torno al rock.

Una jornada de convivencia y risas entre personas más o menos conocidas entre sí,  en la que por encima de las diferentes preferencias musicales, las distintas edades o cualquier otro aspecto que pudiera debatirse, estuvo el respeto absoluto y como resultado, un ambiente magnifico que hizo que a los y las asistentes, el día se nos pasara demasiado rápido. Señal inequívoca de la magnífica atmosfera generada por el grupo. Tomen nota amantes de prejuicios. Tomen nota y aprendan.

Como les he comentado, entre otras cosas, la asistencia a este festival me ha servido para reencontrarme con algunos de los grupos de mi juventud. Bandas que entre finales de los 90 y principios de las 2000 firmaron obras que disfrute una y otra vez hasta la saciedad en el ya moribundo formato del compact disc, hasta el punto de quedar inservibles a base de las citadas escuchas infinitas.

El ejemplo más destacado de este “reencuentro”, fue con los anteriormente mencionados Reincidentes, banda sevillana que lleva 35 años en la carretera con 20 discos editados. Un grupo del cual me he ido alejando, sin dejar nunca de seguirles la pista, a la par que me introducía en otros estilos musicales y con tristeza iba asumiendo que sus reivindicativas e idealistas letras cada vez se hacían menos posibles con el paso del tiempo.

Fue una gozada ver como cerraron el festival, volviendo a dar un ejemplo de cómo ofrecer un concierto de rock lleno de canciones que ya a estas alturas son himnos para varias generaciones, todo ello sin florituras y sin perder un ápice en cuanto a rabia, honestidad y precisión a la hora de ejecutar los temas. Emociona ver como siguen creyendo en lo que cantan como si fuera el primer día y como siguen transmitiendo al punto de hacer que un servidor volviera a entonar hasta la afonía esas canciones que le convirtieron en lo bueno y en lo malo que a día de hoy es. Gracias Reincidentes.

En resumen, muchas emociones, mucha nostalgia, muchos recuerdos y vivencias del pasado reunidas de forma fugaz en muy pocas horas. Sentimientos contradictorios que con el paso de los días me dejan una grata sensación de haber elegido bien mis cimientos musicales sobre los que a día de hoy construyo mi universo musical. Puede que sin ellos, hoy estaría hablándoles de cosas feas y no de lo que para mí es uno de los pilares sobre los que se sostiene este  mundo, la música.

Me despido hasta la próxima poniendo en valor la labor de Ángel Lucas, organizador de la expedición festivalera narrada en estas líneas, así como mostrando mi gratitud a todos y cada uno de los asistentes, con ustedes al fin del mundo, rockeros de pacotilla.

A ustedes, sufridos lectores muchas gracias por aguantarme.

Hasta pronto.