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Aquellos maravillosos años

Eran tiempos convulsos, de mucho ruido, tiempos muy indecisos, inconcretos por la situación social, política y religiosa de una nación y de nuestra querida Cieza. Fue allá por el año 1.974 cuando a un ciezano, Ramón García Gómez, se le ocurrió la bendita idea de fundar una cofradía para dar culto público y en procesión a la Madre de Dios, la Stma.Virgen María.

La idea fue calando en un grupo de jóvenes catequistas por aquel entonces de las parroquias de La Asunción y San Joaquín para así ver ilusionados una andadura que hoy, después de cincuenta años, todavía perdura, y el tiempo que le queda, que es mucho, que es la eternidad.

Un grupo capitaneados por el ahora sacerdote de Jesucristo, Rvdo. D. Ramón García Gómez, (Ramón). Aquellos maravillosos años, donde nos encontramos una semana santa de Cieza casi en su totalidad destruida, su patrimonio se caía a pedazos, apenas gente y muy muy pocos recursos económicos, pues la época de las famosas «papeletas», que se vendían por los bares ciezanos para dotar de recursos a las cofradías habían desaparecido. En fín, una semana santa muerta, solo algunas cofradías se salvaban de aquella penosa situación: Los Dormis, Santísimo Cristo del Consuelo, Santísimo Cristo de la Agonía, San Juan, Dolorosa y nada más. El resto de cofradías estaban sumidas en amargo presente y un futuro desesperante por no decir de muerte total.

Aparece por el año 1.974 este proyecto, una cofradía nueva, sabia nueva, ideas nuevas, mucha ilusión no solo de cara a este evento, sino para toda la semana santa en su conjunto, ya que en 1.974 fue otra cofradía la fundada también, la del Santísimo Cristo del Perdón que dio realce, ilusión y futuro a nuestra maltrecha semana mayor ciezana.

La Real Cofradía de Nª. Señora de Gracia y Esperanza, Los ciezanos Hijos de María, se fundan oficialmente el 23 de junio de 1.975, pero antes ya salíamos los domingos del mes de octubre con la imagen de la Virgen que allá por 1.920 realizara en la madrileña Costanilla de San Andrés D. Manuel Carrillo García, padre de D. Manuel-Juan Carrillo Marco y abuelo de Dª. Carmen Carrillo Ortega, que años más tarde nos restauró la imagen de nuestra Excelsa Titular dotándola de pies y dándole un pequeño «giro» hacia adelante, nunca se tocó la carnadura de la imagen, dorándose también su peana.

Éramos todos/as muy jóvenes, yo tenía por aquel entonces tan solo 15 años, pero con muchas ganas de ver a nuestra recién creada cofradía en lo más alto de nuestra maltrecha semana santa. Ramón García Gómez, Francisco Moises López Gullamón, José Ruiz Ayala, Jesús Belmonte, Diego Guardiola «el policía», Paco Marín Fernández y su hermano Enrique, Juan Antonio Angostos Morcillo, «Madruga», Juan»el Pingui», Juan Villalba, Pilar Rodríguez, Inmaculada Marín Guirao, Antoñina Ortiz, Carmen García Gómez, Francisco José Marín Fernández, José Antonio Villa, Manolo «el del Recovero», Pascual «el de las cañas», y un largo etcétera de ciezanos y ciezanas muy jóvenes todos a una en pro de esta bendita tradición, dar culto a la Virgen y explosionar de ilusión a nuestra semana santa.

Los comienzos como todos no fueron fáciles, nada de eso. Mucha ilusión, pero los recursos eran muy escasos. El armazón del trono de la Virgen lo hicieron los hermanos Manolo y Sebastián Marín, ya nos ocuparíamos nosotros bajo la dirección de Ramón García Gómez de revestirlo de planchas repujadas artísticamente de estaño, un buen palio de estilo andaluz cobijaba la imagen bendita de la Virgen y ante la falta de dinero, le hicimos un sencillo manto de sabina recogida del pantano de Alfonso XIII y alelíes blancos dejando por las calles aquellos primaverales olores a semana santa que solo llevaba el antiguo paso de la Oración del Huerto ciezano cogidos de la cercana huerta.

Nuestro cuartel general era la casa número 22 de la ciezana calle San Sebastián. La casa de la abuela de Ramón, la casa de Dª. Carmen Molina Pérez y de su hija Isabelita Gómez Molina, era la abuela de todos/as, allí se repujaba el trono de la Virgen, se cosían los escapularios que sobre el primer uniforme llevábamos los hnos/as de la cofradía, un ruso color verde oscuro y un pantalón azul marino para los chicos, falda azul marino para las chicas.

Iban las madres a apuntar s sus hijos/as a la recién creada cofradía, así que cuando en la semana santa del año 1.976 aparece desfilando la Virgen saliendo de los Talleres Ramper frente al Instituto Diego Tortosa en traslado hasta la Casa Museo de la semana santa, era un río de gente que nadie esperaba, chicos y chicas escoltando la sagrada imagen de la Señora que en su día nos donaron las cofundadoras de esta cofradía, nuestras monjas claras.

La Banda de Cornetas de la OJE de Cieza daban el toque musical a aquella aventura que acababa de empezar, bendita aventura de aquellos entonces jóvenes llenos de ilusión. Recuerdo que repujando el trono, cierto día llegó nada más y nada menos que TVE para hacer un reportaje sobre aquellos trabajos de repujado y realización de aquellos sencillos enseres, pero como la potencia de luz no daba para tanto foco, tuvimos que llevar todo el taller de repujado a los salones del entonces Casino de Cieza, hoy Museo de Siyâsa para realizar aquel reportaje de unos jóvenes que lo mismo repujaban, ornamentaban un trono con flores o bordaban las prendas que con dignidad iba a llevar y lucir la imagen de la Virgen en aquel primer Jueves Santo de los Hijos de María, o de los «Muchachos de la Virgen», como nos llamaba el sacerdote y capellán de la clarisas D. Dionisio Bernal Capel, tan ilusionado con nosotros.

Luego en los años 80 del pasado siglo XX vino la Santa Cena, para dar más realce a la procesión del Prendimiento, el retablo de la Virgen en su capilla de las Claras, siendo capellán nuestro querido D. José Lozano Herrero, que escribió a la Virgen su himno con toda su ilusión ya que tenía dotes musicales.

Era un río de gente ver cada domingo de octubre los rosarios de la aurora que recuperamos, ver cada Jueves Santo como la gente arropa la imagen de la Virgen, se espera a ver año tras año su manto de flores, espera que a todos nos cobije y nos proteja, aquel manto que nació de la escasez de medios se ha convertido en foco de miradas, en fuerza viva de fe, de esperanza y de vida, de perdón y misericordia en el epicentro de nuestra semana mayor.

Recuerdo como nos acogieron aquella comunidad de clarisas: Sor Pilar, Sor Clara, Sor Josefina y Sor Mª Victoria. Ellas son cofundadoras de aquel bendito proyecto, nos regalaron la imagen de la Señora.

Recuerdo con mucho cariño la casa de Dª. Carmen Molina Pérez, a Carmen Rodríguez, que vivía también en aquella casa, y como no a la Andreíca, que yo no sé los escapularios que se hizo junto a Isabelita Gómez Molina, que fatídicamente, con tal solo 42 años, se nos fue un frío cuatro de febrero de 1.985 tras el manto de nuestra Virgen para ya no volver.

Aquellas galas en el Gato Azul que gustosamente nos dejaba su dueño José María Salmerón Hernández para recaudar fondos, las tascas de las ferias, de las romerías, de ir en vísperas de los rosarios a por flores a la huerta, con permiso o sin él, pero las andas de la Virgen siempre iban llenas de ciezanas flores de nuestra huerta.

Han pasado ya cincuenta años de aquel comienzo, pero yo particularmente estoy muy orgulloso de cómo está el presente de esta cofradía, y un futuro lleno todavía más de trabajo, ilusión ante la atenta mirada siempre del rostro de la Señora, que Ella nos recoja bajo su manto, nos dé siempre el abrazo amoroso y cuando toque nos muestre a su hijo, ya que es la Madre de Dios.  

Pido perdón por si alguien ve su nombre desplazado, no es intención alguna en ello, solo que no puedo citar a todos/as que en aquellos años dieron comienzo a esta cofradía, solo de los que me he acordado o han estado más cerca de mí. Gracias.