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Cieza, hoy. El sol y las varillas de San José de Pepita

Era viernes, doce y poco de la mañana. Un colegio de Totana. Tres docentes charlando mientras las de infantil plegaban velas de tanto caos surgido. Total, que nos pusimos a hablar sobre la guerra pueblo-ciudad – ¡apasionante!-.Mi compañera María nos contaba que durante algunos años vivió en la Alcayna, pero ella, oriunda de Campos del Río, pese a su pedazo de casoplón en la urbanización de Molina de Segura, nos decía que la vendió y se volvió al pueblo a ser feliz. Echaba de menos saludar a sus vecinos, conocerlos e ir a su supermercado de toda la vida. Yo, como no podía ser de otra manera, la entendí a las mil maravillas, porque ser de pueblo mola y si encima de todo tienes a una pepita que cada fin de semana de febrero te manda un wassap: ‘’tengo varicas de San José’’ pues, que quieren que les diga, no hay comparación con nada, en los pueblos hay que morir, sí o sí.

Este artículo comenzó a escribirse en febrero, como bien pueden comprobar, pero la vida me ha llevado a continuarlo en marzo – la culpa es de la Semana Santa y su apretadísima agenda iniciática de la Cuaresma-, pero, tras pensar si vivo en Londres o en Murcia, encontré miles de motivos por los que continuar este artículo. Me acosté un día tras semanas y semanas de lluvia. Saben de lo que les habló. Me levanté al día siguiente, cosas de la vida, día de mi santo, y vi en lo alto del cielo algo que no sabía que era, creo que decían que se llamaba sol. Pegué un brinco, me puse el chándal, hice la cama, me puse mis bambos amarillos fosforitos para no perderme y al Paseo Ribereño que me fui a andar, por si tardaba otro siglo, más o menos, en volver a ver el sol. Era media mañana, ahí seguía en todo lo alto esa cosa amarilla, de vez en cuando incluso daba calor. Caminé, caminé y salté evitando charcos. Llegué al Puente Alambre y paré de caminar, me apoyé en el muro y ahí me quedé. La gente, algunos conocidos, paraban y me decían si estaba cansado y no, no estaba cansado, estaba pensativo sobre mi yo del presente y, quizás, del futuro, a la vez que estaba exhorto de tanta belleza ¡El Paseo Ribereño estaba para pegarle un bocao de cabo a rabo! La gente seguía pasando y ahí seguía yo mirando, como si con las nubes se fuera a acabar el mundo, lo bonita que estaba la Atalaya. ¡Estaba más bonita que nunca, que ya es decir! De repente, obnubilado ante tal regalo de los dioses, me giré y miré hacia el Puente Alambre y ahí, como un viaje en el tiempo, recordé el primer día del desconfinamiento, ¡el Paseo Ribereño parecía la Castellana o el centro de Murcia! Sonreí y pensé que, jó, somos unos afortunados por vivir en un pueblo como el nuestro. En los pueblos todo funciona a otro ritmo, ya lo he dicho muchísimas veces, pero que regalo tan extraordinario es el de tener un entorno inigualable y unos vecinos que saben de ti hasta tu grupo sanguíneo. Es precioso ir por la calle, saludar a uno, saludar a otro y hablar sobre la vida, sobre lo más mínimo, pero, sobre todo, saber que son como tú, que sienten tu tierra como tú y que, cuando la vida se lo permiten, se tiran como locos a disfrutar del regalo de Dios que lleva por nombre Cieza.

Y en esta tierra de dioses, febrero se acabó, Pepita dejó de traer varillas de San José, el agua se las cargó, pero, como siempre, fui feliz tocando a su timbre, saludándola y casi contándole que es una de las personas más entrañables que conozco. Personas como ella nos hacen mejores, como personas y como sociedad y, si hablamos de hacernos mejores como sociedad, les invito a que, si van al Valle de Ricote, visiten ‘’REINA MORA’’, en Ulea, el nuevo proyecto culinario del dúo de éxito OXOX 131 – Lucía y Freddy- ¡Pónganle un monumento en lo alto de la Navela y junto a la buena gente de La Carraila, háganlos alcaldes perpetuos de todo el Valle de Ricote! Su trabajo en pro de esa zona nos hace a todos mejores y más conocedores de lo que nos rodea. Gracias, Lucía, por querer a la tierra nuestra como tú lo haces, dejando de lado las grandes ciudades y apostando por el cara a cara y la vida rural.

Lucía y Paquita seguirán con sus días, mi compañera María seguirá siendo feliz en su pueblo y yo, simplemente, iniciaré el camino hacia las emociones cuando las primeras marchas procesionales comiencen a sonar en la carrera procesional. Dejaré de lado estos artículos y, cuando se abran las puertas de las Claras en una semana, todo será, PASIÓN EN CIEZA.

Os espero dentro de quince días, mientras sigo observando la vida.