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Mi Semana Santa

Me piden que explique, que transmita en una líneas lo que eres para mi, para que otros, que no te conocen, puedan hacerlo. Te juro que no me salen las palabras (mira que esa es raro en mi, que “charro”, como se dice en ciezano, por los codos) Me pregunto entonces: ¿cómo hacerlo? ¿Cómo se describe un olor, un aroma? ¿Cómo se transmite no uno, si no miles de recuerdos y sensaciones que se agolpan en mi cabeza y quieren salir a través de la pluma, atropellándose intentando que no se quede nada en el tintero? Y es que, ya estás tan cerca, que casi no quiero que pasen, no ya los días, ni siquiera los segundos porque para muchos como yo, tu comienzo significa el principio del fin y sabemos que irremediablemente llegará el momento ver a nuestra Madre del Amor Hermoso alejarse por la calle el Cid, con ese sin sabor que nos deja cuando, en la mañana de Domingo de Resurrección, estallido de alegría y júbilo hace solo una hora, se torna ya melancolía y tristeza cuando se cierran las puertas de San Bartolomé. Y es que hace nada era Viernes de Dolores, el viernes de la onomástica de mi madre y mi hija, viernes en el que una sonrisa pletórica inundaba nuestras caras, nuestros cuerpos y nuestras almas, estaba todo por vivir, todo por sentir en un día que se alarga misericordiosamente hasta la madrugada, en donde todo nos parece poco.

Son días de traslados, de prisas, de querer llegar a todo porque esos momentos que vivamos ahora serán el oxígeno que necesitaremos cuando todo esto haya pasado.

En mi cabeza  intento ordenar los actos, los preparativos…..que no se te olvide nada Ana, que luego no hay remedio. Llega el día, toca ponerte tu mejor vestido, ese con el que siempre te ves mejor que nunca: la túnica. Es Domingo de Ramos……me falta calle ¡Dios mío! Hace nada llevaba a mi sobrina y a mi hija en brazos y ahora ya nos tenemos que repartir los puestos en los báculos. Como un suspiro, así se han sucedido las Semanas Santas, marcador con el que medimos los años en este pueblo. Pero ahora no es momento, ya habrá tiempo de melancolía, hoy es Domingo De Burrica, Domingo del Señor que entrará majestuoso en Cieza y en el que un millón de ojos posarán su mirada, siendo conscientes de que ÉL ya conoce nuestras súplicas, es el Señor de Cieza.

Hay que intentar descansar vienen días muy fuertes y tendremos que dosificar el cansancio, pero es que ¡hay tanto por vivir! Nuestra casa estos días se llama “Cochera” o “Iglesia” y volvemos a acudir no una, si no mil veces, como si no conociésemos cada uno de sus rincones, sabiendo que de nuevo coincidiremos los de siempre y seguiremos a hablando de ti.

Llegan las procesiones solemnes, apoteósicas, que se sucederán en un abrir y cerrar de ojos, ¡con las horas que llevo guardando cola para el número del báculo….y que rápido se pasa! Cuando me bajo el capurucho y comienzo a desfilar……no se como explicarlo, no tengo palabras para describirlo. El silencio, el rezo, te quedas tú y tu imagen. De repente me encuentro alargando el cuello y buscándote….¡qué tonta! Tú chache Antoñuelo ya no estás en la esquina del Convento esperándome para ver si iba bien, ahora me miras desde allí arriba, donde seguro que todos los que nos han precedido estarán organizando su Semana Santa particular.

El recorrido se hace largo y la falta de sueño y la fatiga empiezan a hacer mella, pero de repente…..esa marcha que suena “tiroriroriiiiii” y vuelves a aferrarte a ese báculo que te sostiene durante toda la procesión. Entras en la última calle y una mezcla de sentimientos se agolpa. Todavía recuerdo a mi padre esperándonos paciente a pesar de su trabajo para recogernos a mi hermana y a mi. El cansancio te hace flaquear y quieres que se termine  pero sabes que, cuando eso pase, otra procesión se habrá escapado de entre los dedos, como el agua de un manantial y ya son tantas….

¿Cómo describirte? Si lo eres todo para mi, con tus luces y tus sombras, que también las hay, pues estos días andamos todos con los nervios a flor de piel y cada uno tiene su particular visión de lo que hay que hacer. Eres la ilusión de un niño que emocionado, hace algo, por pequeño que sea, por su Hermandad, llenándolo de orgullo y satisfacción. Eres la Esperanza, la Alegría de un Sábado Santo por la tarde donde todos volvemos a nuestra infancia de nuevo.

Y cuando hayas pasado, que lo volverás a hacer, retornaremos a nuestro caminar del día a día. Volveremos a ser Judas que te traiciona, Pedro que te niega, Pilatos que se lava ante decisiones importantes o Armaos que te apresan. Volveré a verte en mujeres que no le tienen miedo a las circunstancias y deciden hacer el bien, como la Verónica o Magdalena, Salomé o María de Cleofás,  que tendrán el valor de acompañar al abatido en los malos momentos. Volveremos a ser Marta y María socorriendo al que lo necesita y volveremos a Dormirnos cuando más se nos necesite. ¿Quién será capaz de perdonar al que nos hace daño? ¡Qué advocación más difícil la del Perdón! Quizás por eso sea una talla tan impresionante. Cuando esté cansada y la fe parezca perderse, un samaritano volverá a ofrecerme tu agua de fe y me recordará que hay que quedarse en el Silencio, con las pequeñas cosas y nunca perder la Esperanza. Volveré a verte San Juan, en mis amigos, esos que nunca me abandonan y me acompañan en los trances más duros, con una Piedad infinita. Volveré a verte en esas procesiones en las que despedimos a un ser querido y volveré a verte Prendido, Flagelado, Crucificado, sufriendo….tú Nazareno, con la enorme Soledad que nos dejará esa pérdida. Pero pasarán los días, las semanas, los meses y llegará noviembre, mes de Ánimas, de amistad, de recordar a los que ya no están. Pero no podemos quedarnos ahí, somos creyentes y no terminas cuando se cierra el portón y se deja a Jesús en el Sepulcro, Yacente, no. Vendrá la Victoria de la Resurrección, en donde Jesús, Niño Resucitado, volverá a vencer a la muerte y una nueva Semana Santa volverá a escaparse sin darnos cuenta aunque con la certeza que otra vendrá, porque Él, todo lo hace nuevo.