Hay un señor que gestiona una universidad de las que no tienen ningún problema para conseguir nada de lo que se propongan, porque “Papa Estado” (palabras textuales suyas) a quien tanto critica cuando le conviene ya se encarga de facilitárselo. Este señor es el titular de una universidad confesional que posee además varios colegios. Me parece perfecto. Está en su derecho y personalmente apoyo que cada cual envíe a sus hijos a estudiar a donde crea que le van a ofrecer una enseñanza acorde con sus principios morales y éticos.
Hasta aquí, todos de acuerdo. El problema se plantea cuando este señor pretende que sus ideas y sus rechazos se extiendan a toda la población en general y a la comunidad educativa en particular. Sus afirmaciones son palmarias: “no vamos a permitir esta barbaridad bajo ningún concepto, tampoco en los cinco colegios titularidad de la UCAM”. Y o yo tengo escasa capacidad de comprensión, o me temo que lo que el señor Mendoza dice es que aspira a imponer su criterio a todos los centros educativos y a la sociedad en general.
Me explico. Desde hace ya bastantes años el colectivo No Te Prives, que representa a la diversidad de personas LGTBI, imparte charlas sobre educación afectivo-sexual en los centros educativos de la Región de Murcia. Yo he estado en algunas de ellas, aunque dudo muchísimo que el señor Mendoza pueda decir otro tanto. Y créanme ustedes que lo que en ellas se hace ni es proselitismo ni se le parece. Lo único que se pretende en estas charlas es informar sobre la diversidad sexual existente en nuestra sociedad, sobre el derecho a la libertad sexual en general y sobre cuestiones relacionadas con las relaciones afectivas entre los seres humanos. Nunca, en todos los años en los que se han impartido estas charlas, ha habido quejas al respecto. Y simplemente porque quien haya asistido a ellas habrá visto con sus propios ojos y escuchado con sus oídos lo que en ellas se dice.
Y he aquí que el señor Mendoza lanza una diatriba contra este tipo de educación, afirmando que son las familias y los profesores los que deben darla y que las personas que imparten las charlas no tienen ninguna cualificación al respecto. Pues mire, señor Mendoza: se equivoca. Tienen bastante cualificación, pero es que además pretenden informar y no adoctrinar. Justo lo contrario de lo que parece usted desear para todos los demás, porque quizá no se ha dado usted cuenta pero somos muchos los que no pensamos como usted, ni queremos tampoco que los demás piensen como nosotros. Y también somos muchos los que queremos para nuestros hijos una educación abierta, sin prejuicios, para que su personalidad no esté constreñida por tabúes más propios de la Edad Media que de la civilización occidental del siglo XXI. Más aún: la mayor parte de los padres delega la educación afectivo-sexual en el profesorado, pero a nosotros nadie nos forma en este sentido, por lo que en muchas ocasiones nuestras hijas e hijos no reciben ningún tipo de asesoramiento sobre el tema. Y créame usted, señor Mendoza, que porque alguien le diga a un chico o una chica que debe ser heterosexual, gay, bisexual o lesbiana o todo eso a la vez o nada de eso, el chico o la chica no van a cambiar su orientación sexual. Porque con ésta se nace, no se elige. Aunque usted piense lo contrario. Y sobre todo porque de ninguna de las maneras el colectivo No Te Prives intenta en sus charlas encauzar la opción sexual de los alumnos hacia uno u otro camino.
¿Qué no quiere usted que sus hijos y nietos reciban este tipo de charlas? Pues vale, pues muy bien. Está usted en su derecho. Pero debe entender usted que el derecho a elegir la educación que deseamos para nuestros hijos no consiste en que todos deban estudiar o conocer lo que usted quiera que estudien o conozcan. Debe usted entender que no todo el mundo debe pensar como usted ni profesar sus creencias. Que eso se parece sospechosamente a lo que pretenden los talibanes o los integristas o los radicales. Y esto es Europa, la Europa que permite a cada cual tener su fe, sus creencias, sus ideas, pero que no permite que se impongan éstas a los demás.
Pues eso. Que no es usted quién para decirme ni a mí ni a nadie cómo debemos educar a nuestros hijos.
