El jueves 18 de mayo la Asamblea Regional aprobaba por unanimidad el uso terapéutico del cannabis en nuestra Región. Se trata de la sexta comunidad autónoma que regula este uso, y con absoluta seguridad no será la última. No en vano el propio Parlamento Nacional está tratando el tema.
¿Y por qué destacar esto? Pues por varios motivos. En primer lugar la unanimidad absoluta. Todos los partidos de nuestra Asamblea han votado sin excepción por el sí. Ya es extraño, por lo poco habitual, asistir al voto unánime de nuestros políticos en un tema que no sea una mera declaración, sino una regulación de aspectos importantes de nuestra vida diaria.
El segundo motivo es que por fin se deja a un lado el debate cainita sobre la utilización con fines médicos de una sustancia que en su origen es una droga. Porque no se puede negar que la mayor utilización hasta la fecha del cannabis se ha hecho por motivos lúdicos, es decir, como droga. Esta característica de la sustancia frenó durante mucho tiempo la adopción del cannabis como medicamento, ante el rechazo que suponía para amplias capas de la población. Pero los tiempos están cambiando; la gente, los ciudadanos, somos más comprensivos y estamos mejor informados. Sabemos ahora que el cannabis tiene propiedades que hacen de él un magnífico aliado en el tratamiento de algunas terribles enfermedades. Por ejemplo, previene las náuseas y los vómitos provocados por el tratamiento del cáncer con quimioterapia; sirve para paliar los dolores de diversas enfermedades, como la esclerosis múltiple; mejora el estado general de los enfermos de SIDA al aumentar su apetito; o incluso combate las convulsiones epilépticas. Por decirlo en plan claro: no es moco de pavo lo que el cannabis ofrece a los enfermos.
Paliar sus dolores, sus náuseas, sus convulsiones y el adelgazamiento y debilitamiento: eso es lo que pueden obtener los enfermos que empleen el cannabis como tratamiento. Lamentablemente, todos conocemos (y muchas veces de primera mano) los terribles efectos de estas enfermedades, por lo que quizás muchos nos preguntaremos: ¿por qué ahora? ¿Por qué no antes?
La respuesta es la política. Con minúsculas. Esa política mezquina que hace que muchas veces los partidos se nieguen a aceptar nada de lo que dice el adversario, por el mero hecho de que lo dice el adversario. Sin pararse a pensar que quizás esta vez el adversario tenga razón. Y sobre todo que puede que lo que el adversario dice sea bueno para la gente. Para, en este caso, los cientos, los miles de enfermos que sufren los efectos devastadores de estas enfermedades y que ni por asomo piensan en divertirse o drogarse con el cannabis: simplemente desean que su dolor remita, que sus náuseas y sus mareos no se adueñen de ellos, que sus ataques epilépticos sean menos frecuentes; en resumen, que su estado vital mejore, que el sufrimiento provocado por la enfermedad sea menor.
No creas, querido lector, querida lectora, que esta aprobación se ha hecho sin debate. Lo ha habido, que no sería ésta la política española ni murciana si se hubiera llegado directamente a un acuerdo. Pero la cuestión es que, entre todos, por fin se ha tomado una decisión no ya lógica, sino necesaria para el bienestar de los ciudadanos, y en especial de los más débiles: los enfermos.
Buen ejemplo. Ojalá cunda, señores representantes del pueblo murciano. Que hay muchas cuestiones en las que sería tan fácil llegar a un acuerdo en beneficio de los ciudadanos que lo difícil, aunque es lo que suele pasar, sería no lograrlo. Sean ustedes buenos chicos y chicas y piensen en lo que nos conviene a todos.
Qué cunda el ejemplo.
