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Jueves, 02 de Mayo del 2024
Sunday, 30 July 2017

¿Se puede acabar con las drogas?

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Tino Mulas Tino Mulas

CLR/Tino Mulas.

Para empezar, y en mi opinión, no. Me explico.

Las drogas no son un fenómeno reciente. Puede que su extensión y el nivel de dinero que mueven su tráfico y consumo sí, pero a lo largo de la historia no hay pueblo o civilización que no haya tenido sus propias drogas, desde el alcohol (cuyo abuso constituye una de las peores drogodependencias que existen) a todo tipo de sustancias estupefacientes, asociadas en muchas ocasiones incluso a prácticas religiosas.

 

Pero en nuestra época el uso y abuso de drogas constituye un grave problema. Por un lado, por su extensión, sobre todo entre los jóvenes, pero también entre personas de más edad. Por otro, por la delincuencia que lleva asociada, ya que en la inmensa mayoría de los delitos está presente de una u otra forma la droga.

 

¿Por qué digo que, en mi opinión, la droga no puede erradicarse totalmente? Pues porque el consumo de drogas responde a una situación social determinada. Por un lado, en nuestra sociedad predomina el hedonismo, la búsqueda constante del placer, y si es inmediato, mejor. Y las drogas son perfectas para ello, salvo por un pequeño detalle: los efectos secundarios (dependencia, enfermedades, crimen) que producen. Pero para muchos jóvenes y no tan jóvenes, en especial cuando hay pocos alicientes vitales o no se tienen objetivos en la vida, el placer casi instantáneo que proporcionan las drogas acaba siendo la meta, y no el medio, de la felicidad.

 

Otro aspecto de la sociedad que empuja al consumo de drogas es la constante presión y estrés a la que nos vemos sometidos. La competitividad constante, el cumplimiento de los objetivos laborales marcados, la deshumanización en las relaciones con el entorno, la falta de horizontes en la vida, la soledad que se sufre aun estando rodeados de miles de personas…, todo ello es típico de la sociedad actual, y acaba por alienar al individuo, a la persona, que busca la liberación o al menos un escape momentáneo de esta situación en las drogas.

 

Y como la sociedad no cambia de la noche a la mañana, pues me temo que es difícil eliminar por completo una de las consecuencias más negativas del estado de cosas actual. Podemos reducir el consumo mediante campañas de concienciación, mediante la educación, pero los resultados van a ser siempre discretos. De hecho, lo que nos encontramos año tras año es todo lo contrario: aumento del consumo de drogas, sobre todo entre los jóvenes, y de la delincuencia asociada a ellas. Y contra esta última sí que es posible actuar.

 

¿Por qué el tráfico y consumo de drogas mueve tanto dinero? Pues precisamente porque se trata de una actividad ilegal, sin control de ningún tipo, y que además genera en sus consumidores una adicción que les obliga no sólo a comprar y consumir constantemente, sino cada día en mayor cantidad. Se calcula que el tráfico de drogas mueve anualmente en España unos 6.000 millones de euros, con márgenes de beneficio enormes, hasta el punto de que se trataría de la primera empresa del país, superando el 0,6% del PIB nacional: no en vano el gasto en drogas ha superado ya al gasto en alcohol en nuestro país, aunque el alcohol sea también una droga.

 

Naturalmente, para comprar droga hace falta dinero. Mucho dinero. Y dada la naturaleza de éstas, si no se tiene dinero hay que conseguirlo como sea, robando, prostituyéndose, como sea. Delinquiendo, en suma. Por lo que a los delitos relacionados con el tráfico de drogas propiamente dicho se suman todos los pequeños hurtos, robos, asaltos, la prostitución, todos estos delitos que son los que más sensación de inseguridad provocan entre la población.

 

Pero, ¿qué pasaría si las drogas se legalizaran y su control y venta los asumiera el estado? Pues la primera consecuencia sería una disminución espectacular de la delincuencia. En primer lugar, las mafias del narcotráfico perderían su negocio y desaparecerían. En segundo lugar los precios de las drogas se derrumbarían, al convertirse en legales su producción, distribución y venta. Por tanto desaparecería el menudeo y los drogadictos necesitarían mucho menos dinero para financiar su adicción. Incluso si el estado reconoce dicha adicción como una enfermedad, la droga podría considerarse como una medicina y dispensarse con receta a los enfermos, al tiempo que se les trata para curarles de dicha adicción. En consecuencia los delitos cometidos para conseguir dinero para la compra de droga caerían en picado. Sin contar con que la droga vendida por el estado sería de mejor calidad y estaría sujeta a controles sanitarios, mientras que la vendida en la actualidad no sólo es peligrosa por sí misma, sino también pos las sustancias que se utilizan para cortarla y por la falta de control sanitario. Por no hablar de la eliminación de la marginalidad de todo lo que rodea al consumo de drogas, y que hace difícil salir de este mundo una vez se está dentro.

 

Todo esto puede parecer un mero ejercicio de imaginación. Pero no es así. Algunos países ya lo han experimentado, aunque sea de forma parcial, y los delitos han disminuido de manera exponencial, mientras que el consumo ha caído ligeramente. Una forma bastante inteligente de actuar y que ha dado muy buenos resultados es la eliminación de la consideración del consumo de drogas como delito, lo que facilita la salida de los drogodependientes de este sórdido mundo y su reinserción en la sociedad. Muchos países lo han llevado a cabo con éxito, como nuestro vecino Portugal, que es un ejemplo en este sentido y ha obtenido resultados tan magníficos que deberían hacernos reflexionar.

 

No es un problema fácil, pero las soluciones existen. Las que no funcionan en absoluto son las que se han aplicado hasta ahora, basadas mucho más en la represión y las prohibiciones que en el análisis de la realidad del mundo de la droga, y cuyos resultados han sido más narcotráfico, más muertes por sobredosis, más criminalidad, más corrupción y más marginalidad.

 

En resumen, acabar con las drogas es hoy por hoy imposible. Pero paliar sus efectos y al menos eliminar buena parte de la criminalidad que las rodea, eso sí es posible. Y hay que hacer algo al respecto ya.

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