El Partido Popular de la Región de Murcia riza el rizo. Cuando la moción de censura presentada por la oposición llegó por sorpresa, se pasó de la desazón por la previsible pérdida del gobierno regional a la alegría tras la aparición de tres tránsfugas (justo los que eran necesarios para salir airosos de la moción) de Ciudadanos que salvaron los muebles al Partido Popular en Murcia. Incluso había un cuarto “transfuguible o transfugable” (vaya usted a saber cómo se escribe eso) en reserva por si fuese necesario, como se ha demostrado en la votación de la moción.
Inmediatamente se hizo público el precio pagado a los tránsfugas: nada menos que una consejería a cada uno, dotada con un “sueldito” cercano a los siete mil (7.000) euros al mes. Pagados, por cierto, con dinero público. Con nuestro dinero, que no con el suyo. Y todo ello por obra y gracia de Teodoro García, secretario general del partido y orgulloso actor, factor y ejecutor de un vodevil que deja a la Región a la altura del betún. Y del mismo color, por cierto. Aunque no debemos olvidar que García Egea ha interpretado en el sainete el papel de factótum, a las órdenes del jefe máximo, Pablo Casado, que ha renegado de lo firmado el año pasado en cuanto a transfuguismo y ha dado una lección de compra-venta de cargos, voluntades y chanchullería política de la más alta (o baja) estofa, digna de figurar en los anales de... No, de la historia no. Por favor.
Pero quedaba aún lo mejor. O lo más llamativo. Pocas horas antes de la votación de la difunta (o muerta antes de nacer) moción de censura temblaban de nuevo los cimientos políticos del gobierno regional ante la posibilidad de que los diputados regionales de Vox, expulsados de Vox, cuya lealtad se daba por supuesta porque sí, cambiasen repentinamente de opinión y de lealtad y apoyasen por acción u omisión la ignominiosa (para ellos) moción de censura. Así que rápidamente el presidente regional tomó el mando del paripé y ofreció a los tres ex de Vox un carguito de nada, a ocupar por riguroso orden: la consejería de educación ni más ni menos, destruida ya por el Partido Popular y a la que quieren dar la puntilla sus nuevos mandamases. Y así parece ser que ha ocurrido: a cambio de su apoyo los tres diputados han conseguido nuevos cargos públicos (de nuevo pagados con dinero público) y la promesa de no convocar elecciones anticipadas al parlamento regional, momento en el que, salvo error u omisión, se quedarían sin cargos, prebendas y escaños. Consiguiendo así dos añitos más, por tanto, de mamandurrias, parafraseando a la gran Esperanza Aguirre.
En resumen y echando cuentas, de esas que nadie puede negar porque los números son los números y no mienten, ni aquí ni en Alfa-Centauro: de las diez consejerías que componen el gobierno regional el Partido Popular ha regalado cuatro, ocupadas por tránsfugas de Ciudadanos y diputados expulsados de Vox. Es decir, casi la mitad de la estructura del gobierno se ha dado a tránsfugas y expulsados de su propio partido en pago, literalmente, a la venta de sus votos. Y encima se han mostrado orgullosos de ello, enseñando públicamente sus componendas e, insisto, dando de su Región una imagen que no comento porque, literalmente, me dolería hacerlo. Pero que seguro que quien lea esto podrá imaginar.
Solo nos queda temer lo que este gobierno ejemplo de integridad, congruencia, honestidad y proyecto común puede dar a esta, nuestra Región, en los próximos dos años. Y, perdonadme la chanza, salir corriendo. O rezar lo que sepamos. Porque de extenderse el ejemplo en el espacio y en el tiempo, el futuro es muy oscuro. Negro, más bien.
Tan negro como el betún a cuya altura nos han dejado.
