Esta es una pequeña anécdota de una de las cientos de ciezanas que trabajaban en la industria del esparto, era picaora, y lo decía con mucho orgullo. La primera vez que escuché esta historia no tendría más de siete u ocho años, no entendía muy bien ese orgullo con el cual mi abuela hablaba de su trabajo, de cómo se había ganado la vida picando esparto. Con el paso de los años entendí, que no solo fue un trabajo para las ciezanas, fue más que eso, fue una lucha obrera y feminista, una lucha por la dignidad de las personas.
Movió la pierna derecha que colgaba en el foso, la tenía entumecida, ya no sabía cómo ponerse sobre el duro suelo para que no volvieran los dichosos calambres, debía llevar cuidado, tenía que estar atenta, solo faltaba que el mazo cayera sobre sus dedos por accidente y no pudiera trabajar.
Por fin era medio día, se sacudió el polvo del delantal y cogió el lío de ropa sucia para poder lavar en la fuente, tenía que aprovechar bien el tiempo de descanso, miró a su compañera y sin hablar negó con la cabeza, solo con miradas y gestos se entendían, el ruido de los mazos les había enseñado a comunicarse de otra manera…
La vida para estas mujeres era muy dura, compaginaban su labor de madre, esposa y trabajadora sin apenas derechos, pero con sueños, inquietudes y muchas ganas de luchar y mejorar sus condiciones de vida. Aunque hubo momentos muy difíciles nunca se rindieron, eran mujeres de espíritu fuerte, tal vez porque la vida no les permitió ser de otra manera, tal vez así lo decidieron ellas.
La palabra con la que definiría a las picaoras y a tantas otras mujeres que lucharon para que hoy tengamos esos derechos que ellas no tenían sería “sacrificio”, por el esfuerzo y el trabajo que realizaban en su día a día y por la lucha para conseguir una vida mejor para ellas y sobre todo para las que llegamos después. Ellas fueron realmente valientes al protagonizar numerosas huelgas y protestas en tiempos especialmente difíciles.
Cieza noviembre de 1939
Caminaban rápidas hacia la fuente, ese día varias mujeres se encontraban lavando, pero pudieron encontrar un buen sitio, tenía que reconocer que le gustaba lavar pero no en esa época del año, con el agua tan fría le dolían las manos y aún siendo una ardua tarea solo en ese momento podía disfrutar de las conversaciones de sus compañeras.
Ese día la conversación no era trivial, habían decidido el paro en varias fábricas, era un momento muy difícil, habían transcurrido unos pocos meses desde que había terminado la guerra, los fusilamientos de varios republicanos en esas semanas aumentaba la sensación de peligro pero como en muchas otras ocasiones la necesidad gana al miedo
La labor y el esfuerzo de estas mujeres fueron enormes, se puede asemejar a la labor que desempeñan las raíces de los árboles, sirven de anclaje en los temporales y se encargan de alimentar al resto del árbol para que den buenos frutos, pero invisibles por estar bajo tierra, una invisibilidad que nos hace desconocer nuestras raíces, raíces de Cieza.