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Juan Antonio López: «El kárate es todo para mí, después de mi familia»

Cuando abres la puerta principal del gimnasio lo ves. Ahí está, junto al Rey Juan Carlos I. Esa imagen te advierte de la transcendencia de una persona que comenzó de autodidacta para hoy ser una referencia para centenares de personas que han pasado por sus manos. Nuestro entrevistado es la disciplina personificada, una kata perfectamente acompasada que recorre, segundo a segundo, el camino de su vida; nombres y apellidos de sus maestros, acontecimientos claves en su vida y, sobre todo, el último golpe que te deja para el K.O, su entrega total al kárate, la disciplina que lo guiará hasta el último latido de su corazón de sensei.

Hoy entrevistamos a Juan Antonio López, El Cheo, un pionero del kárate que recorre los senderos de la vida en bicicleta y con el kimono siempre anudado a su cintura.

¿Por qué Cheo?

Cheo es por mi padre, tenía ese apodo y ahora los críos de mi escuela me dicen Cheo o  Sensei, que es como se llama a  los profesores  de kárate.  Normalmente los más pequeños  entienden Cheo como Sensei, se podría decir que es mi nombre de guerra y, como lo dicen con simpatía, pues no me importa que me llamen así.

¿Cómo se inició Juan Antonio López en el kárate?

Yo empecé en 1972, tenía trece años y aquí lo único que se veía era fútbol. Yo era muy inquieto y esa actividad no me gustaba.  A través de la OJE de Murcia me enteré de que había un profesor de judo allí por lo que comencé a desplazarme en autobús para poder practicarlo. Me gustaba el judo pero no era el arte marcial que yo estaba buscando, por lo que decidí aprender por mi cuenta con libros hasta que, en 1975, se asienta en Murcia el primer maestro japonés con el que comencé a entrenar, pero mi situación económica era penosa, no tenía dinero, y tenía que desplazarme todos los días, por lo que tuve que dejar de entrenar con él y volver a mis libros y aprender de manera autodidacta, pero al no tener a nadie que me corrigiera era un kárate no definido por eso, cuando por medio de una revista  me entero que en Alicante había un centro donde podía avanzar, pues empiezo a entrenar allí, pero siempre con el problema económico y la dificultad del desplazamiento de aquella época.  El gran paso lo di, por decirlo de alguna manera,  cuando  conocí  a un grupo de Albacete dirigido por un peruano llamado Hugo, muy bueno técnicamente hablando, y empecé a  trabajar con ellos, consiguiendo a los tres años el cinturón negro. Aquella época coincidió con el periodo de la mili y, durante ese tiempo, tuve la suerte de estar dentro del grupo de competición y exhibición.  Me tiré los trece meses entrenando. Después de la mili, vuelvo a Cieza y les pido a mis padres que me echaran una mano económicamente, mis padres pidieron un préstamo y gracias a ellos pude montar mi primer dojo en la Calle General Ruiz. Tras probar con varios estilos, me definí con el kárate Shotokan, me dediqué a hacer cursos por España y por Europa con maestros durante ocho años, viajé a Japón para conocer la realidad  del kárate en su origen y estuve allí una temporada con los maestros japoneses y al volver a España me clasifico para el campeonato de Europa de kárate. Cuando volví del campeonato seguí con mi escuela, cada vez con más alumnos, hasta hoy, que hay unos doscientos alumnos entrenando. He tenido mucha suerte con mi vida y mi profesión.

¿Te consideras un pionero de esta disciplina?

Hombre, yo fui el primero, de hecho, el premio que me ha otorgado el Concilio de Maestros de Artes Marciales de España, lo conceden a los pioneros del kárate. Me considero pionero porque cuando yo empecé a hacer kárate aquí el kárate se desconocía; en la actualidad tenemos en Cieza nueve escuelas de arte marciales y  la mayoría, o todos, han sido alumnos míos, son buena gente.

¿Cuál es el secreto para no perder la ilusión por el karate después de tantos años?

El kárate es todo para mí, después de mi familia. Podría decir que yo hago kárate desde que me levanto hasta que me acuesto. Me gusta mucho la serenidad que logra, el estado físico y anímico; además, a ciertas edades descuidar el físico se nota muchísimo. No sé explicarlo, yo no podría vivir sin kárate. La ilusión que tengo es que todavía sigo sudando el kárate y, mientras que yo exista y Dios me deje, pues no concibo la idea de retirarme.

¿Por qué un niño debe iniciarse en las artes marciales y no en otros deportes como el fútbol, por ejemplo?

Porque  refuerza sus valores, mejora su psicomotricidad, educa la respiración, aprenden posturas corporales, el respeto, la educación, la forma y los principios. Entre otras tantas cosas,  pero yo creo que todos los deportes son majísimos, bien organizados y dirigidos por buenos profesionales. Yo trabajo con los críos la elasticidad y flexibilidad, que es fundamental para su desarrollo, son muchísimas cosas positivas tanto en lo físico como en lo psicológico. Adquieren seguridad en sí mismo y, sobre todo, aprenden a respetar, que para mí es fundamental.

¿Cuándo va a explotar la burbuja actual de culto al cuerpo?

Yo creo que eso va existir siempre porque el narcisismo es algo que está muy presente en la sociedad actual. Algunas veces el narcisismo es una enfermedad que hace que alguna  gente tome sustancias que son perjudiciales para poder verse como desean, pero todo esto no es bueno y, a lo mejor, si la sociedad se va educando más y toma conciencia del problema, dejaría de existir y se convertiría en un mal recuerdo.  

¿Qué valores son los que intentas inculcar a tus alumnos en cada clase?

Pues fundamentalmente lo que hemos comentado antes: el respeto, que eviten la violencia de todas las maneras, que ayuden a todo el que pueda y también  mostrarles de alguna manera el camino del esfuerzo y a levantarse en los malos momentos para que sigan luchando y no se rindan ante la adversidad.

Durante estos años de pandemia ¿han recogido tus alumnos los frutos de tantos años de disciplina y valores?

Bastante, de hecho, cuando nos dijeron que teníamos que cerrar el dojo, empecé a mandar tutoriales a través de mi hermano Eduardo y los chiquillos se ponían delante del televisor y hacían el trabajo que les mandaba. Cuando pudimos abrir, después del confinamiento, asistieron tres, al día siguiente cuatro, luego cinco y así sucesivamente. Con el peligro que había, las madres han creído en nosotros y han estado trayendo a los críos. Durante el confinamiento la gente se comportó y aguantó y  no solo les mandaba entrenamiento, los animaba tanto a seguir con el entrenamiento, como estudiando porque,  para mí, es muy importante que los niños vayan bien en el colegio.

¿Qué es lo que más valoras de una persona?

La sinceridad y la honradez, son las dos cosas que más valoro de una persona. Yo creo que si una persona tiene esos valores todo lo que hay alrededor suyo funciona bien, va en sintonía. No me gusta la traición ni la falta de lealtad. Si hubiera honradez, sinceridad y respeto no haría falta nada más,  no habría los problemas que tenemos, ni peleas ni reyertas. La solidaridad entre las personas es fundamental, con todos estos valores la sociedad no estaría tan dividida.

¿A qué crees que se debe el aumento del número de mujeres que se apuntan a los gimnasios? Sobre todo, estos últimos años.

Bueno, en kárate, que es lo mío, algunas se apuntaron como método de autodefensa, pero la mayoría de mujeres que tengo yo aquí empezaron de niñas, llevan conmigo veinticinco años entrenando y puedo decir que les gusta esto. La verdad que es necesario por la inseguridad y  hay que darse cuenta que una mujer que practica un arte marcial, bien definido, creo que puede salir mejor de un problema de agresión.

Con 63 años, ¿estás pensando en la jubilación o queda “Cheo” para mucho tiempo?

Yo no me jubilo, me encuentro bastante bien y esto es mi vida. Si no pasa nada, hasta que me muera.