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Volver por mayo

Hace tiempo que no te escribo, que no te hablo y  que no te siento cerca de mí, pero siempre me acuerdo de ti. Me encuentro subido en la ola del día a día. Navego entre el control de las emociones y la ayuda a los demás. Hay quien te necesita más que yo, pero, sin embargo, te quiero para mí. Y hoy te tuve junto a mí, como siempre te sentía cuando vivía su regreso como algo tuyo y mío. La ventana estaba abierta, te esperaba y te vi, o eso quise creer.

Vuelvo a escribirte para contarte que todo sigue igual. Nada ha cambiado. Volvimos a ver al Señor a media tarde. Sonó ‘’Mektub’’ y, efectivamente, estaba escrito que Él volvería a la Ermita en esta tarde esplendorosa de primavera. Todo estaba en orden, todos se entregaron a quien no entiende de distancias, de abandonos, ansiedades, oscuridades ni de desolación, Él es el Consuelo, y eso bien lo sabemos desde pequeños, cuando nos enseñan que nuestro puerto es su bendita cruz. Ayer todos nos miramos en el espejo de la vida cuando vimos a Arturo cogido de la mano de su abuela, pero también nos miramos cuando vimos a esa anciana en silla de ruedas que, sabiendo quién tenía ante sí, sacó las últimas fuerzas de su vida y se persignó ante el que todo lo puede. Y puede porqué Él entiende todo lo que sus hijos sienten. Entiende lo que piensan esas mujeres que esperan el tres de mayo para volver a meterse en la vara, plenas de igualdad y superando estereotipos que deben estar enterrados cuando de Dios hablamos; entiende de tradiciones, como la de Tomás, que saca su sillita de esparto a la puerta de sus padres para seguir viendo pasar, año tras año, al Santo Cristo. Ayer su hermano también estuvo en la vara. Todo ayer tenía una explicación.

El tres de mayo, da igual el año que sea y el siglo que sea, es tarde de regreso de los hijos del Consuelo, hijos que, por historias de la vida, un día tuvieron que coger sus maletas y caminar hacia otros destinos, otras fronteras y otros campos, pero siempre con Él en su corazón. Ayer todos regresaron para volver a ser Cieza junto a su Señor. En el recorrido procesional alguien decía  ‘’tanto tiempo llevo sin venir…’’ y, volvió ella y volvieron otros, porque verdaderamente el Santo Cristo del Consuelo es el faro al que todos los ciezanos acudimos cuando la angustia del día a día nos arrasa. No hay más que Él, lo sabemos, lo sabes tú que estás junto a Él.

Fue tú calle, la Calle Mesones, la que avisaba de lo que minutos más tarde se iba a suceder. De fondo sonaba ‘’Mi Amargura’’ (Alfonso, tienes razón, ¡qué años nos vienen con la Banda Municipal!) de aplauso constante y, si me lo permiten, babero, marcha tras marcha. Las cosas hay que decirlas señores. Decía, que la Calle Mesones antecedió al éxtasis, Marcos y su papi iban corriendo de un lado a otro para hacer el mejor video posible para su canal de Youtube ‘’Descubriendo Cieza’’. Ellos fueron dos más entre la multitud que sabía dónde estaba la meta soñada de cada tres de mayo.

Mientras la anciana lo miraba desde su sillita con ternura y profunda fe, Dios voló como los vencejos lo hacen en estas mañanas de mayo. Sin apenas tiempo para avistarlos, pero confidentes en su destino. A las ocho y media la tradición se hizo realidad. Sonó su himno, el cielo se pintó de centenares de pétalos de rosa y todos fuimos uno. El Cristo del Consuelo nos volvió a romper por dentro, nos hizo pensar tantas y tantas cosas y se despidió. En su cruz están nuestros destinos, queramos o no, pero ojalá nuestros destinos estén con los de esos bebes a los que sus abuelas y tías les dicen: ‘’Mira, el Señor’’. No lo saben, pero ya son hijos del Consuelo hasta el final de sus días.

Ahora solo quedan como recuerdo algunas fotos para las redes sociales. Hoy en día hay que testimoniarlo todo, pero yo sigo pensando que estás junto a Él y que si voy a Él, tú estás conmigo. Fue 3 de mayo, abuela, Dios volvió a su casa y nosotros con Él. Todo sigue igual.

Ahora comienza la procesión que nadie ve, la que nadie anuncia y la que nadie fotografía. ¡Pascual: abre la cancela de nuestro Señor, que tenemos que ir a contarle muchas cosas al oído, abonico, como nos gusta decir en Cieza!

Un beso al cielo. Te quiero.