A mi cuñado le regalaron un perro en septiembre. Él, estudiante de primero de Bachiller, lo pidió como recompensa a sus buenas notas. Él ya tuvo una perrita, pero murió cuando era muy niño, por lo que pidió vivir la misma experiencia que su hermana y hermano, más grandes que él.
Llegó septiembre, y con él la Feria de Murcia, de donde es mi pareja. Una noche sacaron al perro a pasear y, al instante, un castillo de fuegos artificiales explosionó en el cielo murciano; el perro evidenció su fobia a los sonidos intensos corriendo sin rumbo como si no hubiera un mañana. Una hora tardaron en encontrarlo y, desde aquel momento, entendieron que, cuando haya fuegos artificiales, el perro está mejor en casa y más tranquilo.
Lo que he descrito en el párrafo anterior es real, pero a mí me sirve perfectamente para explicaros que siento yo cuando llegan estas fechas. Desde que apenas tenía meses soy ligirofóbico, es decir: no tolero los fuegos artificiales. Se me disparan las pulsaciones, sudoro en exceso, tengo agorafobia – si, lo que much@s sufristeis cuando se acabó el confinamiento- y pierdo el control de mi mismo. Como les decía, esta fobia está presente en mí desde que tenía meses. Mis papás, en mis primeros meses de vida, decidieron que había que ir a ver la Fiesta de la Candelaria de Beniel, de donde es mi padre, él, un amante de la pirotecnia, decidió que no había nada mejor que ir con su bebe a la mascletá del mediodía. Yo no recuerdo nada, solo sé, por testimonios orales de mi madre, que comencé a llorar mucho durante la mascletá. Ahí mi vida cambió para siempre sin yo saberlo.
Cuando uno es niño/adolescente no sabe cómo explicarle a la gente que tiene miedo a los petardos, cohetes, tracas etc. Cuando se es niño/adolescente se tiene miedo al rechazo social o a la broma constate, que las he sufrido. Uno no quiere ser rechazado, porque claro, en esa época, según Piaget, es el momento de socializar, y a los raros poca gente nos quiere, pero, si hoy cuento, esto es porque estoy en un momento de mi vida en el que, generalmente, la opinión de la gente me da igual. Me he vuelto egocéntrico y solamente pienso en mí, así que, tras varios años meditándolo, he decidido que era el momento de contar mi fobia para que, si alguna vez me veis en una situación como la que he descrito anteriormente o, sin estas fechas os rechazo algún plan, entendáis que, tristemente, no me queda otra decisión porque, al final, lo más importante soy yo y mi salud. En esos momentos solo pido que se me comprenda y que se aporte calma. Por último: si eres padre o madre y tu hij@ va tirando petardos por la calle, piensa que hay gente como yo que no los toleramos. No te digo que no los tire tú hij@, pero que los tire donde no pueda molestar a la gente. Algunos, como yo, te lo agradeceremos mucho.
Dicho esto: únicamente me queda desearles unas Felices Navidades.
Os espero en quince días. Mientras sigo observando la vida.