Hace quince días me paraba a reflexionar sobre el sistema educativo y sobre el impacto que tiene en los jóvenes, hoy, sin embargo, sigo el camino, pero me paro ante la cultura. Otro naipe que en estos momentos se cae de manera flagrante ante la pasividad de tantos y tantos.

Durante estas semanas, esta es la cuarta, y quizás la última, he estado saliendo todos los viernes y sábados a fotografiar el otoño al atardecer. En una de esas salidas, concretamente a la Brujilla, me encontré con una persona que vive de la cultura. Él necesita de los espectáculos para vivir y poder ganarse la vida dignamente, además de es un profesional como la copa de un pino. Él, acompañado de su pareja y su perro, estaba haciendo fotos y, al despedirse, me comentó su angustia ante la situación de su sector, y, en un grito desesperado, como una bocanada de aire frio, de esos de enero que te congelan hasta las entrañas, me pidió que, si conocía de algún trabajo, por favor, se lo dijera, aceptaba cualquier trabajo, solo quería trabajar. ¿Les suena esta situación? ¿Les suena a lo que se vivió en el crack de 2008? A mi aquello me pilló muy crio, nunca fui consciente de la realidad, pero ahora sí, y, realmente, me apena mucho ver como grandes amigos, o conocidos, tienen un gran nubarrón sobre sus cabezas. Este maldito virus no solo nos ha resquebrajado en tanto en cuando a ideas, sino también como sociedad que crece y que apuesta por el empleo y el apoyo a los autónomos. No les hablo del sector de la restauración, por no meterme en un berenjenal, pero sí creo que es necesario pararnos a pensar en la cultura. Creo que si estamos viendo imágenes avergonzantes de nuestros jóvenes, es, quizás, por la falta de cultura de muchos de ellos. Muchos de ellos solo entienden de fiestas, discotecas, Netflix y todo lo que, poco o nada, se parece a la realidad al día a día y a lo que, realmente ahora, estamos viviendo.

La cultura se desmorona ante la pasividad de gobiernos e instituciones que no sienten a este sector como un sector importante ni decisivo en la construcción y el devenir de nuestra sociedad y nuestro país. ¿Qué seriamos sin un libro? ¿Qué seriamos sin una buena película? ¿Qué seriamos sin una revista de divulgación cultural? ¿Qué seriamos sin un documental? ¿Qué seriamos sin un podcast? Creo, sinceramente que nada, por eso, en estos momentos de zozobra generalizada, la cultura debe ser uno de los activos, que, cuando mismo se pueda, debe recuperarse. Debe recuperarse por la higiene mental de la sociedad, debe recuperarse por la formación de las generaciones que nos sucederán y que, ante todo, necesitan de referentes claros ante los falsos ‘’ídolos’’ que generan las industrias televisivas y musicales. Además de lo anterior, necesitamos volver a ver subirse un telón y que tras él se ponga en marcha todo un teatro, desde las azafatas que muy alegremente te sientan, hasta el técnico de luces.

No dejemos que la cultura caiga en el olvido; no dejemos que sus profesionales engrosen las listas del paro; no dejemos que todo se reduzca a las redes sociales y al dichoso streaming. La cultura en directo es segura. Apuesten y confíen en ella. Os espero en quince días, mientras sigo observando la vida.