Porque sí, porque es lo que creo firmemente, dentro de que yo no creo en casi nada. Es el momento de que los perdedores en las elecciones del domingo, 20 de Diciembre, aparquen ambiciones personales, renuncien a más o menos legítimas expectativas de proyección personal o partidista, y sitúen por encima de todo el futuro de España y el bienestar de los españoles, en delicadísima situación tras el resultado de unas elecciones generales que sólo han arrojado una conclusión clarísima: ninguno ha ganado porque ninguno está en situación de formar un gobierno con unas mínimas perspectivas de viabilidad o de continuidad.
Perdedor ha sido el Partido Popular, que se ha dejado unos 60 diputados en el envite. Perdedor el Partido Socialista Obrero Español, que ha vuelto a perder sobre lo que ya perdió en 2011. Perdedor Podemos, que –contradictoriamente con su propio nombre y eslogan- no ha podido finalmente “conquistar el cielo” y se ha quedado en los 69 diputados, que, la verdad, no es poco, pero no es ni mucho menos suficiente. Perdedor Ciudadanos, que no ha pasado de los 40. Perdedora (no digamos nada...) Izquierda Unida, con 2. Perdedores algunos que han certificado su defunción en estas elecciones como UPyD o Unió...perdedores los nacionalistas de nombre rimbombante y pretencioso como Democracia y Libertad (anterior Convergencia Democrática de Cataluña)...perdedor (ya nos tiene acostumbrados pero sigue- mira que es cabezón- Artur Mas). Como digo, perdedores todos.
Pues bien, en esta coyuntura complicada, trascendente y difícil que nos han traído las elecciones generales del 20 D, creo que los responsables de los partidos constitucionalistas y no nacionalistas (P.P, PSOE, Ciudadanos, que han sumado más de 260 escaños de un total de 350, deben plantearse que esta es la hora de pensar en España) y no en los intereses particulares de cada uno. No es cuestión de plantearse ahora caminos torticeros o sinuosos para ganar lo que no ganaron el 20 D porque quien tiene que ganar ahora es España, si es necesario sin Rajoy y sin Pedro Sánchez, o con ellos aguantándose mutuamente, que España también los ha aguantado bastante a ellos. Es el momento de la sensatez, de la prudencia y de la cordura para ganar entre todos la batalla de la salida de la crisis y de la convivencia entre los españoles, que, desde mi punto de vista, se encuentran en grave riesgo, tanto lo uno (la salida de la crisis) como la otra (la convivencia).
¿Qué conviene hacer en este momento? Pues – si estuviera contemplada en nuestro ordenamiento jurídico, que no es el caso, desgraciadamente- proceder a una segunda vuelta eligiendo entre las dos opciones que han obtenido más votos y/o escaños, esto es, P.P. y PSOE. Como eso no es posible por el momento, creo que se impone – si se quiere incluso en nombre del anticuado pero necesario patriotismo- armar un férreo bloque constitucionalista que lleve a esta tierra atormentada y miserable por donde sigue vagando errante la sombra de Caín (sic), hasta una plácida, tranquila y amena ribera donde pueda hablarse sosegadamente de futuro en “comú”. Junts pel si ha sido capaz de hacerlo en Cataluña, obviando las abismales diferencias que hay entre los partidos integrantes de esa coalición, que lo ha supeditado todo al hipotético y más que discutible bien superior de la independencia, es decir, al objetivo de la separación y la división. Cuanta mayor razón para hacerlo en nombre de la unidad de España, la salida de la crisis y la mejor convivencia entre los españoles. Por una vez estaríamos además siguiendo la pauta de países sensatos, prudentes, prósperos y serios como Alemania.
Sé que no va a ser sencillo llevar a buen puerto esta propuesta, que ya está en la mente de muchos, aunque para bastantes suene a utopía irrealizable e imposible. Desde la generosidad, si de verdad se quiere solventar favorablemente para España esta difícil coyuntura haciendo de la necesidad virtud, deben darle forma a un pacto de salvación nacional que concretaría formalmente el conocido dicho de que el pueblo unido jamás será vencido. Nada podrían contra nosotros el entramado de intereses, los tejemanejes e insidias del holding de los fondos de inversión, del Club Bildelberg capitaneado por el centenario gerontócrata David Rockefeller, ni la Comisión Europea de la Europa de los mercaderes, ni el Fondo Monetario Internacional de la lagarta francesa Christine Lagarde, ni todo el lobby judío internacional.
Desde la generosidad y pensando en España, pónganse manos a la obra. ¡Ya!, porque es urgente.
