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Viernes, 26 de Abril del 2024
Saturday, 27 March 2021

Paso a paso

El Santísimo Cristo del Consuelo durante su traslado desde su ermita a la Basílica de la Asunción El Santísimo Cristo del Consuelo durante su traslado desde su ermita a la Basílica de la Asunción José María Cámara

CLR/Francisco Salmerón Ríos.

Cada año, la llegada del equinoccio de primavera despierta en el pueblo de Cieza la ilusión de un adolescente en su primera cita. Identificada con el resurgir de la naturaleza y, metafóricamente, vinculada a la renovación de la vida, la estación mas bella del año resuena en Cieza en las marchas y pasodobles de los maestros León, Gómez Villa y García Alcázar, entre muchos otros; huele a alhelí y azahar, sabe a pan dormido; es visible en el maremágnum de colores que representan a las cofradías ciezanas; y se hace patente de la mano del pueblo de Cieza.

Y es que se puede afirmar con orgullo de ciezano que la Semana Santa de Cieza es la más ciezana de todas las semanas. Una Semana Santa tangible gracias a la iniciativa de ciezanos, ideada, creada y dignificada por ciezanos, y conservada con cariño a lo largo del tiempo por las cofradías de la Semana Santa ciezana y su Junta de Hermandades.

 

La que podría considerarse como la más popular y arraigada de las tradiciones ciezanas, además de su contenido religioso y místico, de la calidad artística y monumental de sus tallas, de sus pasos, de su valor cultural y de su fuerza como tradición popular, es también una de las más poderosas señas de identidad de los ciezanos. Y creo que se puede decir sin rubor alguno que es la semana del año en la que los ciezanos sienten mayor orgullo de pertenencia a una cofradía y en la que sacan a la calle con cariño, dedicación y devoción sus pasos y sus imágenes, sus señas de identidad, dando al mundo una lección de cómo una antigua y religiosa tradición se puede convertir, y de hecho se convierte, en un emocionante y espectacular fenómeno cultural y, en consecuencia, de un enorme valor turístico. La Semana Santa ciezana es, sin paliativos, la crónica del éxito de todo un pueblo.

 

Nuestra Semana Santa es el resultado de un proceso histórico que alcanza en nuestros días una dimensión tal que la sitúa a la cabeza de los rasgos que configuran la identidad de Cieza y constituye, sin lugar a dudas, el acontecimiento anual más relevante que celebra nuestra ciudad. Los ciezanos somos plenamente conscientes de la importancia de nuestra Semana Santa en sus distintos ámbitos: religioso, cultural, social, folclórico, turístico, económico... Una Semana Santa que supera las fronteras locales y regionales para convertirse en un evento que ha merecido la Declaración de Interés Turístico Nacional.

 

Sin embargo, en un acto de humildad y progreso, también debemos dejar un hueco para la autocrítica desde el propio seno de la Semana Santa. No podemos comenzar la casa por el tejado; todavía queda mucho por construir. No podemos ir en busca de una Declaración de Interés Turístico Internacional sin haber conseguido una previa consolidación y consiguiente explotación de la DITN, Declaración de Interés Turístico Nacional; no hemos entendido todavía que no se trata de obtener un título por el título en sí, sino de una vía para la mejora de nuestros desfiles procesionales y de todo lo que éstos llevan aparejado. Todavía nos queda por entender que hay que mantener viva una tradición secular, acomodándola con acierto a la evolución de las costumbres. Todavía nos queda por comprender que la Junta de Hermandades es el máximo órgano de gobierno de la Semana Santa ciezana, pero que no es nada sin el apoyo y el buen entendimiento de sus cofradías. Todavía nos queda por reconocer que el pueblo es parte fundamental de la Semana de Pasión, desde el primero hasta el último de sus ciudadanos, puesto que sin ellos tampoco seríamos nada. Todavía nos queda por aprender que, si queremos dar a conocer la Semana Santa de Cieza en el exterior, debemos servirnos de manera adecuada de herramientas actuales como las redes sociales (que para eso están), mostrando el singular e inmenso patrimonio gráfico que poseemos (una película, Pasión en Cieza; una exposición fotográfica única, Lux Fidei; un patrimonio musical inigualable en el Sureste de la Península, varios discos de marchas autóctonas; múltiples publicaciones de la Junta de Hermandades y sus cofradías; y otras muchas que podría seguir enumerando). Aún queda por entender, por parte de las instituciones locales, que se debe trabajar en total consonancia junto a la Junta de Hermandades en pro de la Semana Santa y, por consiguiente, de nuestro pueblo. Sigue siendo necesario inculcar en los cofrades la necesidad de sentirse y ser cofrade durante todo el año, y no solo a la hora de procesionar. Queda aún mucho por pulir en la puesta en escena de nuestros desfiles procesionales, y mucho que hacer también para mejorar el patrimonio que no esté en consonancia con la excelencia de una Semana Santa que aspira a darse a conocer y ser admirada en todo el mundo.

 

Y deberíamos comenzar a comprender, de una vez por todas, que, para el desarrollo y progresión de la Semana Santa, hay que dejar a un lado los egos, y apostar por un futuro de unión y cohesión, como el que inspiró la fundación de la Junta de Hermandades hace ya más de un siglo. Y no, “no es suficiente que unas cuantas cofradías lo hagan bien porque basta con que una lo haga mal para que el trabajo de las restantes resulte baldío”. Hay que tener muy presente que la Semana Santa consiste en una relación simbiótica entre las cofradías, la Junta de Hermandades, el gobierno local y el pueblo. Aún queda mucho por construir y cuanto antes nos pongamos manos a la obra, dejando a un lado el cinismo de aplaudir este discurso y seguir actuando como si nada, mejor.

 

No creo equivocarme al afirmar que la Semana Santa ha supuesto un lugar de encuentro, en el que hemos conocido a muchas de las personas que hoy forman parte de nuestras vidas, y ése es, quizás, el logro más grande del que cualquier cofrade puede presumir. Pero es preciso también no olvidar a todos aquellos a los que conocimos gracias a ella y que ya no están aquí; por ello, no quiero dejar de dedicar unas palabras a la memoria de quien, con un espíritu repleto de entusiasmo y bondad, compartió conmigo instantes y vivencias que siempre permanecerán presentes en mi corazón, desde que, intentando emular a los mayores, comenzamos a compartir un mismo sentimiento cofrade, hasta aquel año en el que pudo cargar sobre sus hombros a su querido Cristo de la Sangre; en todo ese tiempo Pepe Paco me demostró que hay dos valores en la Semana Santa que son como el corazón y los pulmones, no se puede vivir sin ellos: la unión y la tradición.

 

“Apremiada y arropada por el amor cofrade llega la Semana Santa, tan efímera y fugaz que se convertirá en pasado cuando todavía no haya sido presente”. Época de reencuentro con los seres queridos, de comunión y fraternidad con el prójimo. Ambiente idílico que impregna las calles de Cieza de amistad y devoción cuando el invierno da paso a días más cálidos. Y así, anhelando el final de esta funesta pandemia, y deseando una pronta vuelta a la normalidad para que podamos disfrutar de nuestra semana grande como se merece, termino con una cita de Oliver Wendell a modo de reflexión final: “Creo que una cosa importante en el mundo es no tanto dónde estamos sino en qué dirección vamos”.

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